En esta ocasión contamos con la colaboración exclusiva como "Guest Blogger" de la excelente economista
Nora Lustig, quien escribe un breve artículo sobre su percepción vivencial del referéndum en Venezuela.
Caracas entre el SI y el NONora Lustig*
Estuve en Caracas desde el domingo 2 de diciembre en la noche hasta el martes 4 participando en una reunión de la Corporación Andina de Fomento (CAF) que allí tiene su sede. Fue, por supuesto, muy interesante estar allí durante la votación del referéndum sobre la reforma constitucional. Ya desde el avión hubo un incidente caldeado por los ánimos políticos. Anunciaron una demora porque mantenimiento tenía que revisar una mesita rota. Una señora se puso a gritar "No! Otra vez no!". Resulta que ella junto con otros 300 pasajeros llevaba dos días en Miami porque el piloto que los iba a trasladar el viernes se enfermó (¡). Estaba furiosa porque no iba a llegar a tiempo para votar contra Chávez. Mi compañero de asiento, también refugiado del viernes anterior, no pensaba votar porque no creía que las elecciones iban a ser limpias.
Al llegar a Caracas, a eso de las 10:30 de la noche, el aeropuerto estaba sorprendentemente tranquilo, sobre todo para un vuelo que venía lleno hasta el tope. La carretera también estaba vacía. Cada tantos metros aparecía un cartel pegado a un poste donde se podía distinguir la palabra "SI". Al llegar a la ciudad, nos sorprendió el poquísimo tráfico y el silencio. Las calles sin gente. Parecía que toda Caracas estaba en vilo. El chofer que nos recogió comentaba que todo mundo estaba esperando el anuncio del Consejo Nacional Electoral (CNE). Los rumores eran que el NO había ganado y que eso ya se sabía hacía rato.
Cuando entramos al hotel, el lobby estaba también vacío y no se oía volar ni una mosca. El Caracas Palace queda frente a la plaza de Palmira, donde la oposición suele reunirse. Terminé de desempacar y prendí la televisión. Por mi ventana podía ver parte de la plaza. Estaba vacía. Pasó el tiempo sin novedades y me quedé dormida. De repente me desperté para escuchar a la presidenta del CNE hacer el anuncio de los votos para ambos bloques de propuestas: el bloque A (el de Chávez) y el bloque B (el que añadió la Asamblea). La diferencia era pequeña pero no acaba de pronunciarla la presidenta del Consejo cuando bocinazos, cohetes y gritos irrumpieron en la plaza de Palmira y duraron toda la noche. Yo no bajé (estaba sufriendo los embates de una gripe en ciernes que avanzaba peligrosamente rápido) pero mi colega, Gustavo Márquez (un argentino que vivió mucho tiempo en Venezuela y ahora trabaja en el BID), sí. Al día siguiente me contó que lo abrazaron y hasta whisky le ofrecieron.
Me quedé mirando la televisión y me tocó escuchar a Chávez. Me pareció que actuó con galanura al aceptar su derrota. Pero dejó ver su desdén, “victoria pírrica” la llamó, y su amenaza, “perdimos, por ahora…”. Cuando mencionó el “dilema” al que se había enfrentado, hizo alusión sin nombrarlo a López Obrador en las elecciones de México en 2006. No quería que Venezuela pasara por un periodo de incertidumbre que podría llevar a confrontaciones. La gallardía, sin embargo, le duró poco. Dos días después volvió a su tono confrontacional, descalificador y extremista.
Conozco poco y nada sobre Venezuela pero creo que de los resultados hay dos elementos que resaltar (y muchos ya lo han hecho). Uno es que Chávez perdió alrededor de 3 millones de votos si se comparan las cifras del referendum con las de su elección presidencial y la oposición ganó algo. El otro es que una fuerza contundente del NO fueron los jóvenes universitarios, muchos de ellos de izquierda. (Parece casi surrealista, pero entre los líderes estudiantiles opositores al SI destaca uno cuyo primer nombre es Stalin (¡) y otro cuyo apellido es Guevara).
[Nota de GE: si quieren leer más sobre el movimiento estudiantil y sobre el joven Stalin pueden hacer click aquí.]Estas dos señales pueden interpretarse como rechazo al deterioro económico reflejado en creciente desabastecimiento de bienes (en particular, alimenticios) y su consecuente alza de precios (los precios de los alimentos en lo que va del año subieron en 30 por ciento) por parte de grandes sectores de la población. Y el rechazo de muchos sectores y sobre todo de los jóvenes al proyecto egocéntrico y despótico de Chávez, a la erosión de la institucionalidad democrática y al desgaste que produce la intensa división (división que atraviesa familias, matrimonios, comunidades, colegios, iglesias, en fin, todo) que padece hoy la sociedad venezolana.
A pesar de los resultados, no pareciera que Chávez vaya a cambiar de rumbo. Su intento de perpetuarse en el poder continuará. No hay que descartar un proceso de endurecimiento y represión. Chávez cuenta con el apoyo de muchos millones de venezolanos. Sobre todo de aquéllos a quienes les tocó poco o nada de los periodos venturosos y que tuvieron que apechugar en plenitud los años malos. Venezuela es un país de intensas desigualdades y mucha pobreza. Tanto en Venezuela como en otros países, la pobreza en el medio del lujo de élites indiferentes continuarán siendo un caldo de cultivo para que líderes extremistas y sectarios tomen el poder y traten de quedarse con él de por vida.
* Nora Lustig es Shapiro Visiting Professor of International Affairs en George Washington University.