Hace unos días, el INEGI dio a conocer unas
cifras sobre empleo y ocupación correspondientes al cuarto trimestre de 2011. En dicho reporte, el INEGI informó de un aumento de 1.6 millones de personas en la informalidad en tan sólo un año y señaló que el porcentaje de trabajadores informales en México ya era cercano al 30%.
Este reporte dio lugar a un
artículo de Ciro Murayama en donde se cuestionan estas de por sí preocupantes cifras y se señala que la metodología utilizada por INEGI es inapropiada. Según Ciro, ello da lugar a una enorme subestimación de la población en la informalidad, ya que el porcentaje correcto de trabajadores informales en México es más bien cercano al 60%.
El artículo de Ciro Murayama dio lugar a su vez a un
post de parte de Macario Schettino sugiriendo que, si bien el tamaño de la informalidad que señalaba Ciro era correcto, no lo era el afirmar que la informalidad había subido recientemente y que más bien su tendencia histórica era descendente (véase gráfica).
El problema con esta gráfica, sin embargo, es que la fuente estadística con la que se construyó no parece estar bien. Véase la
gráfica 2 del post de Macario y compárese con las cifras oficiales de la Secretaría del Trabajo que
se muestran aquí: hay una diferencia de más de 5 millones en el número de asegurados en el IMSS.
Para tener una idea del tamaño de la formalidad en México y para ver si esta en realidad ha aumentado o no en los últimos años, podemos recurrir a una de las estimaciones más meticulosas que se hayan hecho de este segmento de la población (la de Santiago Levy, 2008,
Buenas Intenciones, Malos Resultados, ed. Oceáno):
Como se puede apreciar, esta gráfica contrasta en su tendencia con la de Macario Schettino y parece darle la razón a Ciro Murayama en el sentido de que entre 1991 y 2006 la informalidad sí ha aumentado. Más aún, si a ello le agregamos el hecho de que entre 2006 y 2011 la informalidad definitivamente ha aumentado (tal y cómo también
se muestra en los datos del INEGI, aunque las definiciones son diferentes), entonces parece razonable concluir que Ciro Murayama no sólo tenía razón en el nivel, sino también en la tendencia de la informalidad en México.