Friday, December 05, 2014

El presidente errático




El presidente errático

Se menciona con frecuencia que el presidente Peña Nieto está como pasmado ante las circunstancias actuales. Difiero de esa interpretación. El presidente no se ha quedado pasmado, ni atónito, ni mucho menos estático. Se ha vuelto más errático, eso sí. Un día el presidente aparece con un tono regañón y acusa intentos de desestabilización a su gobierno y a su proyecto de nación y al otro día aparece más moderado y se dice consternado por las circunstancias actuales por las que vive el país. Un día anuncia que será el vocero presidencial el que dará información relacionada con la llamada Casa Blanca y al otro día informa que será su esposa quien nos hará el favor de explicarnos cómo se hizo de sus bienes. Un día anuncia que finalmente visitará Iguala (más de dos meses después de la tragedia) y unas horas después anuncia la cancelación de esa visita. Un día el presidente avisa que hará un anuncio muy importante y cuando llega el esperado momento nos anuncia que será hasta la semana siguiente cuando apenas enviará algunas iniciativas legislativas. 

El presidente sin duda parece confundido. No es claro si sus asesores también lo están o si la fuente de la confusión se debe más bien a que le recomiendan estrategias diferentes y que el presidente no está seguro de qué consejo seguir. En cualquier caso, es evidente que su gente cercana no le está dando al presidente toda la información que requiere para tomar decisiones oportunas, y mucho menos acertadas. Es sabido que el presidente escucha a poca gente, que parece vivir en una burbuja en la que se encuentra rodeado (encerrado, quizás) por un grupo de colaboradores muy pequeño (en más de un sentido). Este grupo parece haber convencido al presidente de que todos los problemas vienen de fuera, que son transitorios o que son otros los responsables de ellos. 

Es por eso que el presidente se da el lujo de regañarnos o de enviar a su esposa a hacernos el favor de explicarnos cosas que, según ambos, ella no tendría por qué hacerlo. Este grupo es el que lo ha convencido de que el mal desempeño económico viene de fuera (sin reconocer, por ejemplo, el elevado costo del uso político que le dieron al presupuesto en 2013), que le sobrevendió el éxito a corto plazo de las reformas económicas, que lo convenció de que la crisis de inseguridad y violencia es el resultado del fracaso y la incapacidad de los municipios (sin asumir la responsabilidad federal correspondiente), y que hay intereses oscuros que pretendían orillarlo a renunciar antes del 1 de diciembre (sin otorgar ningún valor a la genuina protesta ciudadana).

Son esos asesores los mismos que pretenden ahora dar por cerrado el caso de la Casa Blanca, quizá la principal fuente de confusión que vive el presidente. El presidente cree que evitando hablar del tema es suficiente y que la gente eventualmente lo olvidará. No parece darse cuenta de la mancha que eso representa en su legitimidad y credibilidad, ni de las crecientes sospechas que tanto interna como externamente han generado sus relaciones con un grupo empresarial que se ha beneficiado enormemente de contratos otorgados durante su gestión como Gobernador y como Presidente.  En su discurso de la semana pasada el presidente quiso hacer suya la frase “Todos Somos Ayotzinapa”. La repitió tres veces tratando de convencernos de su genuina preocupación e indignación por la inseguridad, la violencia y por el destino de los estudiantes normalistas. Sin embargo, en el fondo, su comportamiento y su discurso parecían querernos convencer más bien que “Todos Somos el Grupo Atlacomulco”. El presidente cree que evitando el tema de La Casa Blanca (ese elefante en la sala), todos los mexicanos estamos dispuestos a darle vuelta a la página y a disculparle por lo que a todas luces parece un acto no sólo de conflicto de interés sino incluso de corrupción y de obtención de beneficios personales y familiares. El presidente se equivoca rotundamente por partida doble: ni él es Ayotzinapa, ni todos somos el Grupo Atlacomulco.

1 comment:

Anonymous said...

Una observación objetiva y pertinente sobre el manejo de la comunicación por parte de la Presidencia de la República. Está clara la incompetencia de los encargados de las relaciones públicas de Enrique Peña Nieto, equivocación tras equivocación han llevado la popularidad del presidente hasta niveles irrisorios, situación que indigna a todos los mexicanos porque resulta una burla.